miércoles, 14 de marzo de 2012

"No he venido a abolir la Ley y los profetas, sino a dar plenitud"

Un ratito de Evangelio: tercer miércoles de Cuaresma

Evangelio: Mateo 5,17-19

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: "No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud. Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley. El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el reino de los cielos."

REFLEXIÓN

El Antiguo Testamento es un gran misterio para nosotros. Nos suena a rancio, a nombres que ya no se llevan, a un Dios cruel, a historietas de Adán y Eva, Caín y Abel o Moisés -El Principe de Egipto- (estupendas para dibujos animados)... Pero es mucho más que eso. El Antiguo Testamento, por contra de lo que creemos y decimos muchas veces, presenta a un Dios misericordioso, que se compadece y enternece una y otra vez con un pueblo algo alborotado y que le hacía poco caso. Un Dios que enseña a los hombres el camino de la Paz y el Amor, y que aunque se cabree bastante algunas veces, es como esos abuelos cascarrabias que acaban perdonándolo todo y comíendose a besos al nieto.

Pero claro, todo eso contado en un lenguaje y desde un contexto histórico que empieza 2.000 años antes de Jesús (es decir, hace 4.000 años).

Jesús no cambia lo que su Padre había dicho por boca de los profetas, sino que actualiza el mensaje y lo interpreta a la gente de su época. Con Jesús, además, Dios va más allá de lo que lo había hecho hasta ahora, porque es Él mismo quien se hace entender, convirtiéndose en hombre, para traducir a los profetas e invitar al pueblo a cambiar cosas que no se estaban entendiendo. Y esque había quien pensaba que lo importante no era el espírtu de la Ley, sino su literalidad, por lo que la propia Ley era más importante que las personas.

Hoy, otros 2.000 desde que Jesús nos actualizó pedagógicamente a los profetas, ¿quién nos actualiza a Jesús? ¿No nos refugiamos muchas veces en la literalidad más que en el sentido de sus palabras, que no buscaban más que la felicidad de las personas? A lo mejor tenemos que rezar el Evangelio, charlarlo con Dios, y dejarlo a Él ser quien nos muestre lo que quiere de nosotros.

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